Aprender a catar vino no es una tarea fácil. En ella entran en juego la vista, el olfato y el gusto. Tres sentidos que tenemos que tener bien entrenados para apreciar todos esos matices que un buen caldo posee y que a primera vista son difíciles de apreciar.
Degustar un buen vino es todo un ritual, en el que interfieren muchos aspectos. Uno de ellos, por ejemplo, es el tipo de copa que uses para beberlo. Por si no lo sabías, para cada vino existe una copa con unas características diferentes: amplitud de la abertura, altura de la copa, profundidad del tazón… Ahora tiene sentido que en las comidas/cenas formales haya tantas copas en la mesa.
¿Por qué es tan importante elegir la copa correcta? Precisamente porque es la que te permitirá realizar una cata perfecta. No te preocupes, un poco más adelante hablaremos largo y tendido sobre copas de vino, así que sigue leyendo.
10 trucos para aprender a catar vino
Catar vino consiste en examinar el sabor del vino y, para ello, primero, tendremos que evaluar su olor y color. Para apreciar correctamente el tono de un caldo, lo más recomendable es servirlo en una copa de cristal fino y sin ningún tallado.
Elegir la copa perfecta
Si es vino tino, debes elegir la copa con la abertura más grande así podrás sumergir la nariz y detectar sus diferentes aromas.
Para el blanco, coge la copa con el tazón en forma de U, es decir, la que tenga las paredes más rectas. Así se mantendrá la temperatura del vino y poder disfrutarlo más fresco, tal y como debe tomarse.
En el caso de los espumosos, la copa perfecta es la flauta, la más alta y fina. Con este vino es imprescindible poder retener la carbonización y evitar la pérdida de sabor, y con esta copa lo lograrás.
Servir el vino
Antes de servirlo en la copa, es importantísimo que lo dejes oxigenarse. Lo único que debes hacer es abrir la botella un rato antes de catarlo (unos diez minutos). Así conseguirás desenmascarar el auténtico aroma del caldo. En el caso de que no te cuentes con el tiempo necesario, puedes optar por comprar un oxigenador.
Una vez que lo tenemos listo para tomarlo, es el momento de servirlo. Llena la copa aproximadamente sólo un tercio.
El color
Aunque parezca una tontería es muy importante que sostengas la copa por la base, para que así no calientes el vino y puedas tomarlo a la temperatura que debe hacerse.
Es el momento de apreciar el tono, aquí entra el juego la vista, un sentido imprescindible para catar vino. Lo mejor es hacerlo inclinando la copa levemente y a poder ser teniendo de fondo una superficie blanca para apreciar el color correctamente.
¿Qué te dice el color?
En el caso de los tintos, cuanto más oscuro sea más joven será el vino. Con los blancos ocurre todo lo contrario, cuando más claro, más joven.
Ten en cuenta que el clima en el que se haya cosechado la uva influirá en el color final del vino: a más temperatura, más colorantes y, por tanto, más color.
El olor
Con cuidado de no agitar el vino, acércate la copa a la nariz e inspira profundamente un par de veces. Repite el proceso después de haber rotado la copa con velocidad. Recuerda: ¡Rotar, no agitar!
Toma nota mental de los matices que has apreciado. A ver si eres capaz de captarlos también cuando lo pruebes.
¿Qué te dice el olor?
A la hora de identificar el olor, hablamos de tres aromas. En el primario detectarás si es floral o frutal, es decir, en qué suelo y clima se ha cosechado la uva. En el secundario, apreciarás qué tipo de fermentación ha tenido; mientras que en el terciario captarás el añejamiento, una característica que no tienen todos los vinos.
El sabor
Da un pequeño sorbo al vino, impúlsalo para que recorra toda tu boca y así podrás captar los diferentes sabores. Sin beberlo, inspira y expira por la nariz. Unos segundos después escupe el vino.
¿Qué notas has detectado?
La primera sensación tendrás que identificar es el aroma retronasal, es decir, frutal, floral, hierba, madera…
Ahora es el momento de hablar de sabores ¿cómo calificarías el vino: dulce, ácido, amargo o salado? Una pista te la da tu lengua, ¿en qué parte has percibido el sabor?
Cuerpo y posgusto
El cuerpo del vino hace referencia a con cuánta fuerza sientes sabor en la boca. Mientras que el posgusto es la sensación que se te queda en ella tras tragarlo o escupirlo. Será en función de estos los que definirán el maridaje del vino, es decir, con qué alimentos combina para hacer de su consumo conjunto una experiencia gastronómica completa.
¿Qué has captado?
Ahora es el momento de compartir con las personas que te rodean esas sensaciones y matices que tú has detectado al catar vino. Seguro que compartirás ideas con algunos, a la vez que descubrirás aspectos que antes no habías apreciado.
Ahora es el momento de practicar, hazte con un grupo de amigos y ¡que comience la aventura vinícola!
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